El estadounidense Douglas Farah, fundador y presidente de IBI Consultants, es uno de los mayores expertos en crimen organizado en América Latina. Es ex profesor visitante superior en el Centro de Investigaciones Estratégicas de la Universidad Nacional de Defensa (National Defense University) en Washington, D.C. (2014 -2022). Ha escrito diversos estudios y libros sobre la evolución del crimen transnacional en América Latina, conflictos armados y el tráfico de diamantes en África. También fue corresponsal e investigador para The Washington Post (1987-2005), cubriendo las guerras civiles en Centroamérica y el crimen transnacional, sobre todo en Colombia. En esta entrevista advierte que Chile todavía no se ha dimensionado bien el ingreso del crimen organizado.
-Planteas que las organizaciones transnacionales de criminales son protegidas por gobiernos autoritarios. ¿Dónde lo observas?
-Venezuela es un caso muy importante. Nicaragua también. Además, tenemos muchos países donde el Estado es muy débil y no puede controlar el crimen organizado. El problema se agrava cuando estos gobiernos buscan alianzas con grupos de crimen transnacional. Les abren un montón de puertas en aspectos como pasaportes, registro de aviones o de barcos, un montón de cosas del Estado que facilitan la expansión del crimen.
–En un ensayo, hablas de una amenaza existencial a la democracia. ¿Las bandas pueden socavar el estado de derecho?
-Los fenómenos nuevos de crimen transnacional traen consigo la aceleración de los procesos de corrupción y los ciclos de violencia. Por ejemplo, en Ecuador, donde la gente pierde esperanza y fe en el Estado. Y van por modelos totalitarios como el de Bukele, que parece una solución, pero en realidad va a ser un fracaso enorme. En ciertos lugares no hay nada más que los grupos de crimen. Y eso al final derrota toda posibilidad de tener una democracia funcional.
-¿Por qué dices que lo de Bukele está condenado al fracaso?
-Lo que él armó es un pacto con el grupo criminal las maras. Sus estructuras siguen vigentes. Es un arreglo de no atacar. A cambio de dinero, a cambio de mantener bajos los homicidios, etcétera. Hay mucha evidencia publicada del pacto que se hizo para que la Mara Salvatrucha disminuya el volumen de violencia a cambio de beneficios del Estado.
-¿Cómo observas el panorama de nuestro país?
-Yo creo que Chile está en la etapa de no entender bien el asunto en toda su dimensión. La evidencia muestra que ya entró el crimen transnacional y el problema está más avanzado de lo que se piensa. Y la verdad es que Chile ofrece muchas ventajas al crimen organizado, como sus puertos y su sistema financiero. Además, el problema carcelario es enorme. La llegada del Tren de Aragua es un desafío gigantesco. Estos grupos llegan con tanto dinero y comienzan a comprar o matar. La corrupción se amplifica. Todo eso está pasando.
-¿En qué fase está: inicial o avanzada?
-Está más avanzado de lo que se piensa. Hemos visto que Ecuador, que era uno de los países más tranquilos, de repente es el más violento. Eso no pasó de la noche a la mañana. En Chile estamos viendo los nuevos casos de corrupción, las nuevas maneras de asesinato, de sicariato, etcétera. Esto indica que las estructuras ya están, en una etapa avanzada.
-Hace poco hubo participación de la policía en un robo de 12 millones de dólares. ¿Es una señal relevante?
-Ese robo indica que ya hay una estructura capaz de amenazar o pagar los sobornos necesarios para tener ciertas consecuencias. Aunque Chile históricamente no ha sido corrupto y no es como Venezuela, donde a los corruptos les dan medallas, es una señal muy preocupante.
-También han aumentado los homicidios, la extorsión y la violencia de los delitos. ¿Qué estrategia debe tomar el Estado?
-Primero, hay que reordenar todo el sistema de inteligencia. El crimen transnacional es completamente distinto a como era en el pasado. Requiere que el Estado adopte nuevos pensamientos y estructuras. Las reformas de inteligencia y carcelaria son fundamentales. Una de las maneras de combatir este fenómeno es ir a la juventud. Estamos viviendo una situación en Chile como la de otros países, donde están reclutando a niños de 11, 12, 13 años, en vez de 17, 18 años como era antes. Entonces, que el Estado llegue a esas comunidades, donde los niños están expuestos a presiones económicas o de violencia, es crucial. Hay que fortalecer el núcleo familiar.
-Dices que esta es la cuarta ola criminal ¿cuáles son las anteriores?
-La primera es la de Pablo Escobar y su guerra contra el estado, donde teníamos la cocaína producida masivamente por el Cartel de Medellín y yendo por Miami y el Caribe a Estados Unidos. La segunda es el Cartel de Cali, cuando ya no se combate el Estado sino que se trata de comprar el Estado, como hicieron con la elección de Ernesto Samper. Cambian las rutas del Caribe a Centro América y México, lo que da un poder tremendo a los mexicanos.
La tercera comienza con la llegada de la Revolución Bolivariana, especialmente a Venezuela, donde buscan una alianza del Estado con las FARC y sus disidencias. Con Nicaragua y Ecuador, entre otros, forman un conjunto de estados criminalizados.
-¿La cuarta ola es la más peligrosa por la globalización del crimen?
-En la cuarta ola lo que estamos viendo es la llegada a América Latina de grupos muy fuertes como la Ndrangheta italiana, los grupos albaneses, los grupos de Turquía, que ahora están no solo presentes en la región, sino abriendo nuevos mercados, nuevas tecnologías para lavar dinero, mundos nuevos para los carteles mexicanos. Entonces, estamos viendo la globalización del narcotráfico. Hay desorden, muchos grupos que se contaminan y en ese sentido es muy peligroso.
-¿Hay un ecosistema que ofrece nuevos productos y nuevos mercados para los grupos criminales?
-El cambio más dramático ha sido pasar de un enfoque dirigido a la cocaína, hacia la droga sintética. En Estados Unidos el consumo de cocaína ha bajado 50% en los últimos siete años. Pero el consumo de droga no ha bajado. Se ha reemplazado por la droga sintética. Si vas a comprar una tonelada de cocaína vas a gastar millones de dólares. Si vas a comprar un millón de píldoras de fentanilo, gastas 500 dólares. Imposible de rastrear. Puedes mover unas píldoras en unos paquetes por correo.
-¿Esto cambia la lucha contra el narco?
-Todas las herramientas para combatir el narcotráfico tradicional ya no funcionan, ya no sirven para combatir estas nuevas olas. Lo que Chile necesita es un gran acuerdo político que entienda que este es un problema de Estado. De izquierda a derecha, deben sentarse y llegar a un consenso. Porque este problema amenaza la existencia de la democracia.
-¿Cómo evalúas la manera en que está enfrentando este problema el gobierno chileno?
-Recién en la fase de reconocer el problema. Yo di unas charlas en Chile en 2017- 2018 sobre el crimen transnacional, y me miraban como si estuviera hablando chino. No querían saber. No me creían en absoluto. Ahora están más abiertos a que hay problemas. Es un avance.
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