Por lo general cuando estamos felices, eufóricos, tristes o angustiados, y faltan palabras para expresar nuestros sentimientos, instintivamente apelamos a dar un abrazo. Una acción tan simple como ésta puede transmitir tranquilidad, confianza o levantar el ánimo.
Y es que al abrazar a una persona el organismo inmediatamente libera serotonina, que es una sustancia química que sirve para disminuir la tensión y el estrés.
Esto último, precisamente, fue lo que en 1986 motivó al psicólogo de la Universidad de Michigan, Kevin Zaborney, a declarar el 21 de enero de cada año como el Día Internacional del Abrazo. Esta fecha, que para muchos pasa inadvertida, es una oportunidad para reflexionar sobre la importancia del contacto
piel a piel entre las personas.
En especial para los bebés, quienes en un abrazo pueden encontrar seguridad, paz y protección, entre otras cosas, las que a la larga le permitirán crecer y desarrollarse sin mayores complicaciones.
Existen diferentes categorías de abrazos que generan distintos estímulos y que dependen de la etapa del desarrollo por la que esté pasando el menor. Por ejemplo, está el sostener o mecer, que implica tener al bebé y moverlo suavemente mientras está en brazos.
O el arropamiento, que consiste en sostener al pequeño con las manos mientras sus brazos y piernas están flexionadas y cerca del tronco del cuerpo. También está el contacto piel a piel, en que el niño o niña utiliza únicamente un pañal y el padre o la madre lo sostienen contra su pecho.
Está comprobado que los abrazos tienen efectos positivos y que los pequeños que los reciban podrían repetirlos a lo largo de sus vidas y llegar a ser mejores adultos, capaces de establecer conexiones afectivas positivas con su entorno.
Por eso es importante que los padres tomen a sus hijos desde muy pequeños y los rodeen con sus brazos para expresarles todo su amor. ¡Y qué mejor que hacerlo hoy que es el Día Internacional del Abrazo
Eduardo Velásquez