Lenguaje incomprensible, pérdida de fuerza o sensibilidad de un lado del cuerpo y cefalea extrema son algunos de los síntomas más comunes del accidente cerebrovascular. En el marco del día mundial, Catherine Volaric, neuróloga de Clínica Bupa Santiago, nos cuenta cómo reaccionar frente a un cuadro de este tipo.
Los accidentes cerebrovasculares (ACV) son una de las causas más comunes de muerte en nuestro país, así como también un factor importante de discapacidad en personas que lo han sufrido. Así, en el Día Mundial del ACV este 29 de octubre, es de vital importancia conocer en qué consiste este fenómeno y las precauciones a tomar ante su aparición.
Un ACV corresponde a la pérdida repentina de una función neurológica de nuestro cuerpo, producida por la obstrucción o rotura de un vaso sanguíneo cerebral. “Un ACV puede matar dos millones de neuronas por minuto. Sin embargo, es posible prevenir las secuelas neurológicas si se trata a tiempo. Por ello, frente a los síntomas, se debe concurrir en forma inmediata a un centro de salud con capacidad de resolver este cuadro, ya que cada minuto cuenta”, explica la doctora Catherine Volaric, médico coordinadora de Neurología de Clínica Bupa Santiago.
Es importante estar atentos a los síntomas que este accidente produce, los cuales son lenguaje incomprensible o que la persona no entiende lo que se le dice, pérdida de fuerza o sensibilidad de un lado del cuerpo, ya sea cara, brazo o pierna y también dolor de cabeza excesivo. Si el paciente acude rápido a urgencias, es posible hacer una trombólisis cerebral, que consiste en retirar el coágulo alojado en la arteria.
Si bien cualquier persona puede sufrir un accidente cerebrovascular, existen factores de riesgo o comportamientos que lo propician. Principalmente corresponden a la hipertensión arterial, la edad avanzada (sobre 60 años), el tabaquismo, el colesterol elevado, la diabetes mellitus y el sedentarismo.
“En este sentido, lo más importante para ayudar a prevenirlos es controlar adecuadamente los riesgos cardiovasculares. También, hacer cambios de hábito que favorezcan una vida más saludable, como la actividad física, una alimentación equilibrada (baja en sal y con un nivel de azúcar controlado), moderar el consumo de alcohol y eliminar el tabaco”, asegura la neuróloga.