El portal “El Dínamo” relata que según el Informe Estadístico de la Fiscalía, que realiza un balance anual de los delitos en Chile, “Las denuncias por delitos sexuales observaron un aumento de casi un 25% en 2018, respecto del mismo período del año anterior” lo que significa un total de 28.132 denuncias más que el año pasado, el mayor registro desde el inicio de la Reforma Procesal Penal en Chile.
“En esta categoría, resulta importante el aumento del ilícito de abuso sexual en un 25,35% y el de violación que también incrementó sus denuncias en un 22,9%. De este total, el 71,364% de las víctimas son menores de 18 años.
“La directora ejecutiva nacional del Ministerio Público, María Francisca Werth, profundizó en los datos del informe estadístico que elaboró la Fiscalía y que reveló un significativo aumento en las denuncias por delitos sexuales.
En conversación con ADN Hoy, la referida autoridad explicó que las cifras «venían aumentando desde anteriores mediciones, esto no es solamente un hecho que se produce en esta medición, sino que ya era una tendencia».
«Este año, al igual que el 2011, que fue otro peak que tuvimos en denuncias de delitos sexuales, fue un año muy noticioso, con muchos hitos relaciones en torno a este tema», sostuvo.
“El informe reveló que en más del 70% de los casos, las víctimas son menores de 18 años. «Es siempre así. En general, los niños y las niñas están sumamente expuestas en este tipo de delitos, siempre son mayoría en esta categoría», puntualizó Francisca Werth.
“Además, aseguró que ‘nos preocupa’ un aumento de las denuncias por abuso sexual (25,3%) y violación (22,9%) porque ‘estos delitos suelen darse en contextos donde la víctima conoce al victimario. En general, las investigaciones muestran que son personas bastante cercanas, muchas veces familiares’.
«Los delitos de abuso siempre son más complejos de probar. En general, se cometen en un entorno privado, donde sólo está la víctima y el victimario, no hay testigos, es parte de la naturaleza del modus operandis«, precisó.
Hasta aquí la información de prensa. La noticia en cuestión merece un análisis.
En primer lugar, lo que llama la atención es el importante porcentaje de aumento, un 25%. Es una cifra de crecimiento grave de un año para otro, pues de continuar esta tendencia, quiere decir que en 4 años más el aumento total habrá sido de un 144%.
En segundo lugar se debe ponderar que, de acuerdo con la opinión de la directora ejecutiva nacional del Ministerio Público, “las investigaciones muestran que son personas bastante cercanas, muchas veces familiares”.
Lo anterior indica que probablemente las denuncias son bien menores que los hechos realmente ocurridos, pues es natural que las víctimas no quieran denunciar a sus propios familiares.
Todo lo anterior nos plantea una interrogante.
¿una vez que la mayoría de los casos ocurre en el seno de la propia familia, habría que terminar con la institución? ,. O ¿habría que acabar con la autoridad paterna?, pues en muchos casos ella se presta para abusos.
Quien así opinase estaría muy lejos de acertar en el diagnóstico del problema.
Los delitos sexuales no se producen porque exista la familia o porque los padres tengan autoridad. Ellos son consecuencia de una tendencia de erotización del conjunto de la sociedad, fruto a su vez de una liberación sexual que hace ya más de medio siglo, en 1968, se expresó en el movimiento hippie y en las universidades francesas, bajo el slogan de “prohibido prohibir” y que posteriormente se expandió por todo Occidente.
De ahí para acá, el aumento de la pornografía, la liberalización de las costumbres, de las modas, del relacionamiento entre los sexos, no ha hecho sino aumentar la promiscuidad, con el resultado conocido.
Como muestra, un botón: Durante el primer mandato de la ex Presidente Bachelet, el Ministerio de Educación organizó un concurso literario sobre el tema: “Hazlo con quien quieras, cuando quieras, donde quieras”.
Obviamente que este tipo de campañas, organizadas desde el Poder Público, no pueden sino producirse las consecuencias que hoy se lamentan. Las campañas de prevención del SIDA han intentado presentar las conductas homosexuales como siendo enteramente normales, y el único cuidado debería ser el de evitar los contagios. El tiro salió por la culata, porque los contagios no han hecho sino subir.
El ministro de Salud, Emilio Santelices, recordó recientemente el aumento sostenido de nuevos diagnosticados con Sida en los últimos años, desde 2.968 en 2010 hasta 5.816 el año pasado, proyectándose más de 7.000 nuevos casos confirmados para 2018.
Según Onusida, Chile es el país de Latinoamérica con mayor aumento en el número de nuevas infecciones.
Como vemos, la familia, lejos de ser el problema, no es sino el último reparo para hacer menos frecuentes los hechos referidos. Y si ellos se producen al interior de la familia, no es sino porque sus miembros ya están contaminados por esta ideología del “prohibido prohibir”.
Por las mismas razones, el mismo tipo de delitos ocurridos al interior de la Iglesia Católica con un número no pequeño de sacerdotes consagrados, se debe a la penetración de la misma ideología del “prohibido prohibir” al interior de la Iglesia Católica, comenzada al mismo tiempo que en la sociedad civil y manifestada en el rechazo de la encíclica Humanae vitae de Paulo VI, que prohíbe el uso de métodos artificiales de contracepción.
Si alguno de nuestros oyentes ya pasó de los 60’ podrá recordarse de la veneración y la distancia que rodeaba a un sacerdote en el conjunto de la sociedad chilena. No era sólo por su sotana, que ya simbolizaba su carácter sagrado, sino también por sus gestos, actitudes y, sobre todo, por el respeto que él mismo daba a su consagración.
De entonces para acá, se acabó la sotana, se acabaron las distancias, todo comenzó a ser más mundano e igualitario, esta tendencia, ¿podría haber producido consecuencias distintas a las que ahora son noticias en todos los medios de comunicación?
El adagio; “siembra viento y cosecharás tempestades” es enteramente aplicable a ambas situaciones, tanto en el orden de la sociedad civil, cuanto de la eclesiástica.
Los vientos, son las pasiones desordenadas de la sensualidad, agitadas por la propaganda erotizada, por la TV amoral, por las modas que atentan al pudor, por las músicas lascivas y por todo aquello que explota los bajos instintos de las personas.
Ud. me preguntará: ¿El remedio para eso?
Una verdadera conversión espiritual y moral.
Dicha conversión consiste, antes que nada, en percibir que de continuar esta situación, no habrá institución que sobreviva a esta avalancha, pues la amoralidad destruye todo a su paso: Religión, familia, educación, pudor, caridad. A bien decir, no hay virtud que consiga sobrevivir.
En segundo lugar, no sumarse a los factores que la agitan y favorecer todo aquello que se le opone, en especial al interior de la Iglesia y de la Familia.
En tercer lugar, que desde los púlpitos y los centros de influencia cultural se vuelva a predicar la virtud de la castidad y se vuelva a condenar todo uso de la sexualidad fuera del matrimonio.
En cuarto lugar, rezar para que la Santísima Virgen, Madre de Dios y siempre Purísima, nos venga en ayuda para tener la fortaleza necesaria de oponeros a este proceso que está transformando Chile en una nueva Sodoma y Gomorra.
Finalmente, no caer en el engaño de que estos abusos sexuales existen porque la familia es basada en el matrimonio monogámico o porque los sacerdotes hacen voto de celibato. Por lo visto, tales abusos son incalculablemente más numerosos en la sociedad de los no célibes, por lo tanto no son ni el celibato ni el casamiento monogámico, los culpables de los delitos a que nos referimos, sino la revolución sexual favorecida por ideologías ateas y amorales.
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